La Loca
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La Loca
Cuando llegamos a Santa Marta todo para mi fue un poco
descontrolado. Rafa se había quedado en Costa Rica empacando la casa y yo
llegue con Pipo a Santa Marta. La casa de Apa estaba en manos de mi tia Eli.
Abue estaba ya en las garras del alzheimer viviendo donde Aida y Santley, y Apa
no se donde se estaba quedando. Cuando llegue con Pipo me quede en el hotel
Santa Mar. El salía temprano en la mañana y regresaba tarde en la noche. Como
se imaginan estaba un poco solo y desorientado. Nada de lo que conocía existía ya,
ni la casa de Apa. Fue Elenita Diazgranados, el Pach, El Topo, los que me
rescataron en esos días.
Después de todo eso me topo con La Loca.
Me llenaba los ojos de arena y casi me tumbaba al piso
cuando caminaba por el barrio jardín. Una vez hasta alguien me pregunto que si
estaba “peao” de como iba caminando de lado a lado, azotado por la brisa.
Tiempo después ya estábamos viviendo en la casa de la Avenida
Libertador. Para mi el daño ya estaba hecho. Aborrecía Santa Marta, su calor,
falta de lluvia, falta de verdor, bulla, olor a excremento seco, sus constantes
muertes y falta de compañía. Pero lo que mas odie fue la brisa. La Loca.
Sentados en la terraza de la casa de tia Lucy, se hablaba y
hechaban chistes de La Loca, Julio Guido con su voz chillante y explosiva. Todos
tenian algo que decir de La Loca.
A mi me torturaba en las noches. La ventanas silbaban y se
estremecían. Y por lo menos una vez cada noche se soltaba el pestillo de la ventana
y se abría de un golpe tremendo que me horrorizaba despertándome con el
estruendo. Creo que saltaba como un metro sobre la cama cuando pasaba. Las
puertas que quedaban mal cerradas corrían la misma suerte pero con la
diferencia que rompían su marco relleno de yeso que amanecía desperdigado en el piso al día
siguiente.
La Loca fue la misma que simbraba las ventanas del apartamento
de los viejos. La misma que hacia volar las cortinas en el cuarto de Rafa
cuando agonizaba en su penultima crisis. La Loca que se llevaba el fresco del
aire acondicionado de su cuarto. La Loca que auyaba por las ventanas toda esa
noche, sonando como un lobo hambriento que venia por su alma, por su vida.
Sigo teniendo una relación ambigua con Santa Marta. Amo sus
playas, su comida y su cielo estrellado. Mi familia que vive allí es el cordon umbilical
que ata a ese pueblo antiguo. Mis primas las Rojas que son mis otras hermanas. Ani,
Dani, etc.
En fin es una relación que me tira y me jala. Pero a La Loca, a esa si que no la quiero.
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